EL VIRUS CORONA, EL VIRUS QUE PARÓ EL MUNDO

El “corona virus”, según la expresión acuñada por la prensa como anglicismo importado y contaminante de nuestra lengua, aunque sería más apropiado llamarle “Virus corona”, ha entrado en nuestras vidas como elefante en cacharrería poniendo todo patas arriba y creando situaciones de pánico, de desesperación de impotencia, cuando no de histeria colectiva.

En realidad, se trata solo de un insignificante “bichito”, un virus, palabra derivada del latín que significa veneno, toxina. Los primeros virus fueron descubiertos bien avanzado el siglo XIX como fue el caso del virus de la fiebre aftosa, el virus de la fiebre amarilla, y hasta no tener disponible dado su minúsculo tamaño sistemas tan sofisticados como la difracción de rayos X y la microscopía electrónica, ya bien empezado el siglo XX, no se pudo enfrentar de una manera sistemática la investigación sobre la estructura de los virus, y fueron apareciendo el del herpes, papilomas, ébola, VIH., cargados de malas intenciones que les han dado tan mala fama; los virus son muchos y no todos son ni mucho menos tan malvados, algunos hasta son beneficiosos; hay más de veinte familias y dentro de ellas se agrupan decenas de miles de especies, hoy día se conoce la secuencia completa del genoma de miles de especies de virus. En realidad, los virus parasitan las células, carecen de metabolismo por lo que carecen de autonomía y solamente se mantienen, evolucionan y reproducen gracias a las células que infectan.

Pues bien, un pequeño “bichito”, del que aún la comunidad científica no ha conseguido ponerse de acuerdo si es un ser vivo o no, está desafiando a la humanidad creando una autentica crisis mundial de la que aún no conocemos su verdadero alcance aunque ya está claro que el grave problema de esta crisis es el colapso que se produce en los hospitales, la falta de camas y la falta del personal sanitario necesario para hacer frente a tantos enfermos, el impacto económico nacional y mundial tan difícil hoy de evaluar, las muertes y el sufrimiento que causa y ha de causar en España y en el mundo y como no la falta de líderes políticos de categoría, en este mundo ya globalizado, en estos momentos para enfrentar decisiones políticas coordinadas y valientes

Y aquí es donde quisiera hacer mi reflexión personal, ahora que el hombre domina las ciencias, con desarrollos impensables en todos los campos del saber desde la medicina, la astronomía, la física, la mecánica cuántica, la biología, la química, etc., ahora que pensamos en conquistar el espacio, en viajar más allá de las estrellas, en intervenir en el diseño humano, en crear robot con inteligencia artificial; llega un pequeñísimo virus, un insignificante “ bichito” y consigue parar el mundo, derrumba las bolsas y crea una crisis económica que no se recuerda desde 1927. La realidad es que este virus, este pequeñísimo ente replicativo, este fragmento de información genética ha declarado la guerra a la humanidad ha conseguido lo que nadie podía imaginar, nos ha puesto a todos de rodillas, nos ha confinado, nos ha enclaustrado, nos ha empequeñecido y ha hecho que todos los discursos de hace diez días parezcan hoy peleas de chiquillos o sueños ridículos, (solo dos ejemplos: ¿a quién importa ahora las locuras nacionalistas de Torra y Puigdemont; o el dichoso Brexit?), sin embargo los políticos, los líderes del mundo aún siguen con sus juegos de si son galgos o son podencos, mientras nuestra Sanidad, nuestros policías, Guardia Civil, Fuerzas Armadas, Bomberos, y otros muchos servicios básicos plantan cara al enemigo.

Y si, mi reflexión, mi humilde reflexión es, ¿no estaremos demostrando la humanidad o mejor el mundo desarrollado una gran soberbia?, ¿no será que no hemos llegado tan lejos como pensábamos? Lo que sí parece evidente es que después de esta pandemia, el mundo habrá cambiado, habrá un antes y un después del maldito corona virus, en caso contrario es que nunca aprendemos ninguna lección.

Personalmente creo que olvidamos que somos simples hombres en un mundo muy complejo y si bien es cierto que el hombre ha avanzado significativamente en todas las ramas del saber no debemos dejar que la soberbia nos ciegue y no respetemos ni la Naturaleza, ni el orden universal, ni a nuestros semejantes, ni a nosotros mismos. Necesitamos, en contra de la opinión de algún famoso científico, un Dios para explicar el Universo.

Pero un solo virus, una insignificante partícula bioquímica, ha sido capaz de parar el mundo, no puede con ella ni el séptimo de caballería, ni las grandes e impresionantes armadas norteamericanas ni chinas cos sus arsenales atómicos, sus cañones, sus cazas supersónicos, sus submarinos nucleares, nada pueden hacer. Mejor recurrir al trabajo callado de los investigadores, al estudio de los hombres de ciencia, mejor volver los ojos a nuestros viejos y a veces olvidados valores de solidaridad, caridad, humildad, paciencia; a las viejas virtudes del trabajo y disciplina; mejor volver los ojos a Dios y al mandato de su Hijo, aquel humilde Hombre de Nazareth, que nos encomendó amor a Dios, amor a nuestros semejantes, amor por encima de todo. No lo olvidemos.

Personalmente me siento ligado al mundo científico, o mejor decir que soy un enamorado de la ciencia y me gusta mucho aquella expresión de Werher von Braun, el hombre que puso todo su conocimiento para conseguir llevar al hombre a la luna, que decía: “Para mí la idea de la creación no es concebible sin invocar la necesidad de diseño. Es imposible estar expuesto a la ley y el orden del universo sin concluir que detrás de ello tiene que haber un designio y un propósito. (…) Mis experiencias con la ciencia me han conducido a DIOS.
Quieren que la ciencia demuestre la existencia de DIOS; pero ¿realmente es necesario encender una vela para ver el Sol?:”

Rafael Maria Ruiz Rodriguez.
18 de marzo de 2020
En el cuarto día de la alarma sanitaria.

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