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El español, lo que nos une. Gramática española en el Siglo de Oro: Jimenez Patón y Sánchez de las Brozas

9 julio, 2016, 20:00 - 22:00

Conferencia magistral por D. Rafael Fraguas: La lucha y la defensa del español desde el Periodismo

Mesa Redonda: Vicente Arias, J .Francisco Rivero, Crispín Gigante. Modera Ester Villar Peláez

Concierto de Flamenco: Paco Arana

Comité de Honor: Presidentes de la Diputación de Cáceres y Ciudad Real Alcaldes de Villanueva de los Infantes, Fuenllana, Brozas, Almedina .

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La lucha y la defensa del español desde el Periodismo

Ponencia para la Universidad Libre de Infantes. Villanueva de los Infantes, Ciudad Real. 9 de julio de 2016.

Rafael Fraguas

Todas las lenguas permiten a los seres humanos ponerse en relación con el Universo. El lenguaje, que signa la inteligencia del género humano como culmen de lo existente, acredita la responsabilidad humana sobre el Cosmos, que aquel nombra. Además de fundamentar la autoconciencia y la sociabilidad, ejes de la vida socio-individual, el lenguaje posee la capacidad de aunar en el presente las dos principales dimensiones por las que discurre la existencia humana: el espacio y el tiempo. Y lo hace conjugando sonido y sentido, significante y significado, verbo y pensamiento. En el principio era el Verbo jerarquiza la importancia de la palabra como divinal atributo humano.

Vivimos una época en la cual ambas dimensiones, tiempo y espacio, han sufrido cambios profundos en su percepción social, cambio inducido señaladamente desde la tecnología, más concretamente desde la generalización de la telemática, fusión de las telecomunicaciones y la informática y su implantación intencional en nuestras vidas.

La Ciencia, que armoniza hacia el conocimiento esa doble dimensiónespacio-temporal que caracteriza la vida humana, parece haber sido plenamente desplazada, en su sanción social, por la Tecnología, la ciencia aplicada. Qué duda cabe que algunos procesos mecánicos y contables se han visto facilitados por las nuevas tecnologías, cuya practicidad resulta evidente para numerosas funciones prácticas de la vida cotidiana. Pero la aplicación descontrolada de la telemática a los procesos de trabajo y a las relaciones interhumanas tiene un alcance mucho más profundo y -en mi opinión- adverso del que pensamos que en realidad tiene.

Tal desbocada aplicación ha introducido una serie de prácticas y supuestas certezas que han arrumbado, desacreditándola, la dimensión secuencial, diacrónica, histórica y social de la existencia humana. La tecnologización impuesta de nuestras vidas, las nuevas dependencias contraídas tras su aceptación sin apenas reflexión ni crítica alguna, ha implicado una devaluación de lo aceacido, de lo vivido, de la experiencia real, humana, magnificando un presente virtual que la tecnología, descontroladamente impuesta, parece querer convertir en un abigarrado y desconcetante continuo.

Devaluación de la historia

Los efectos de tal devaluación de lo histórico, secuencial, social y diacrónico que encierra la vida humana –los seres humanos, al igual que las sociedades, nacemos, vivimos y morimos, realizamos una historia,somos seres sociales e históricos– ha generado una devaluación de la importancia de la experiencia humana. Lo vivido, lo experimentado, la Historia, en definitiva, ya no sirven dentro de ese presente continuo y tecnologizado, desocializado e individualizado impuesto a la sociedad por la telemática, que ha alterado sustancialmente la percepción de la realidad.

 La ciencia aplicada, la tecnología, en sus efectos, se ha vuelto en contra de la Ciencia, deshistorizando la existencia humana que,desprovista del valor de la experiencia, imposibilita y devalúa a su vez la posibilidad misma y el valor de la Ciencia, del pensamiento, del avance del conocimiento. Sin experimentación, sin vida, no hay Ciencia y sin Ciencia, no hay progreso, ni cambio posible alguno.

A efectos ideológicos, axiológicos y valorativos, el resultado es, de tal manera, la creencia impuesta de que hemos llegado al llamado “Fin de la Historia”, preconizado por el asesor de la compañía armamentística Rand Corporation, el pensador nipo-estadounidense Francis Fukuyama: es decir, según Fukuyama, habríamos llegado a la consolidación del sistema capitalista neoliberal como meta única de la Humanidad, sin posibilidad de cambio, alteración o progreso, con todos sus elementos de desigualdad, de injusticia, de dolor, de conflictividad, así como clausurados para siempre los ideales de perfeccionamiento de la justicia, de bienestar e igualdad, declarados pues como irrelevantes.

Deterioro de lo espacial

En cuanto a la dimensión espacial de la existencia, los cambios de percepción hoy vigentes e inducidos por la telemática han generado una honda confusión social al respecto, habida cuenta de que si bien históricamente, percibíamos la idea espacial asociada a la idea de contigüidad, de cercanía, de proximidad, de responsabilidad, los nuevos instrumentos tele-informáticos, telemáticos, omiten esa proximidad dentro de la espacialidad: así, se puede estar conectado con un ser humano en las antípodas del Planeta sin contar con su presencia. Se puede disponer de mucha información pero, desde el aislamiento, desde esa incomunicación en la que viven y actúan determinados individuos, carecer sin embargo, de la posibilidad de hallar referencias morales en los demás para determinar la propia conducta. En esas soledades puede llegar a medrar un egoísmo supremo, una deriva de la conducta hasta abismos inquietantes por falta de referencias morales sobre las que regirse. Ha surgido un proceso de des-socialización, esto es, de desmoralización, de la dimensión espacial de la vida humana. Si no hay Sociedad no hay referencia moral alguna para nuestros actos. La Sociedad nos educa en el conocimiento del bien y del mal, de los cuales los seres humanos tenemos una idea aproximada y semejante, que nos permite entendernos mutuamente y los Pontífices definieron en su día como derechos naturales, mientras los pensadores españoles del siglo XVI optaron por definirlo como Derecho de Gentes, base a su vez de los ulteriormente llamados Derechos Humanos.

Los procesos de cambios espaciales comenzaron a darse con el arranque de la telefonía con hilos, pero se ha magnificado tras el despliegue de latelefonía sin hilos y la conjunción de la telefonía con la informática. En el plano de las percepciones sociales, el espacio, concebido según la tradicional idea de la contigüidad, que aseguraba una entidad presencial a la existencia humana, se ha visto profundamente alterado y su resultado ha sido el surgimiento de una serie de comportamientos donde la mímesis mutua de la conducta y de la responsabilidad hacia nuestros semejantes ve igualmente transformado su ámbito, dando pábulo al principio de irresponsabilidad conductual por la falta de referencias presenciales de cualquier otreidad, referencias que nos otorgan las pautas morales socialmente inducidas.

Este problema reside, entre otros enclaves, en la confusión, muy generalizada, que identifica Información y Comunicación, que son dimensiones distintas. La Información es la base factual, los hechos, los datos de la realidad, que despejan inicialmente la incertidumbre, mientras que la Comunicación es la socialización de esa información, sutransformación en conocimiento mediante procesos de interaccióncomunicativa, dialógicos, de diálogo pues, de contraste y debate social. La Comunicación integra socialmente la información y la humaniza gracias a su socialización, su creación colectiva y su disfrute individuado.

Así pues observamos que tanto el espacio como el tiempo, por mor de los procesos de descontrol social en la aplicación inconsciente de las tecnologías al mundo del trabajo, en particular, y de la vida en general,están trocando estas dimensiones espacio-temporales de los seres humanos en vectores virtuales, no reales, no presenciales, no históricos -no humanos, pues-, que parecen alumbrar una percepción del ser humano hacia sí mismo y hacia su contorno social diametralmente distinta a la histórica y previamente mostrada, nueva percepción hoy desconocida en su futuro alcance.

Lo virtual desplaza a lo real: este es el signo de nuestro tiempo.Traslademos este axioma al mundo de la moral, de la conducta, de la responsabilidad, de la enseñanza, de la cultura, de la política y de los medios de información y opinión y toparemos, con certeza, con muchas de las temibles derivaciones que en ellos y en sus prácticas observamos. La cacareada corrupción no es únicamente fruto de la perversión moral de un individuo cualesquiera; es más bien el resultado de una profunda confusión moral creada por un sistema amoral, honda, intencionada e irresponsablemente deshumanizado.

Impacto sobre los medios

El mundo de los medios de información ha sufrido salvajemente esteimpacto de lo virtual sobre lo real. La conversión, en claveestrictamente bursátil, de los medios informativos en meros negocios,conversión inducida por los conglomerados empresariales de medios auto-empujados a su configuración en monopolios mediáticos,afectados principal y primeramente por la tecnologización desaforada, ha generado una de las principales causas de la crisis del Periodismo, entre otras razones por la deshistorización antes aludida, que ha roto los ejes de periodicidad, de historicidad, que lo caracterizan. Surge así una abdicación de la función social del Periodismo, que en vez de centrar su objeto en la sociedad, lo revierte sobre sí mismo convirtiendo el proceso de mediación social en el que ha de consistir, en proceso especular, especulativo.

Si al desenraizamiento de lo periódico, de lo histórico, de lo secuencial, de la narración de un relato noticioso, añadimos la des-sustanciación de lo espacial, de lo presencial, de lo testimonial, de la responsabilización con la verdad que las alteraciones espaciales ínsitas en la tecnologización desbocada acarrea, vemos que la palabra escrita, hablada o filmada, arquitrabe del lenguaje, ha sufrido grande y gravemente los avatares de este proceso de desvirtuación por mor de la virtualización de nuestras vidas. La palabra, pues, carece hoy del crédito que otrora tuvo. Carece de realidad. La palabra se ha desacreditado. Lo virtual desvirtúa nuestras vidas.

Por otra parte, el bombardeo de imágenes auspiciado sobre todo desde las televisiones -concebidas como negocios sin responsabilidad social ni democrática-, produce una desertización en los procesos de conceptualización que solo la palabra garantizaba. La relación entre periodista-lector/a, emisor-receptor, se deteriora, se confunden las responsabilidades, desaparece el compromiso -parejo al de signo hipocrático adoptado por los médicos- del periodista con la defensa de la verdad. Este vínculo es sustancial en la vida democrática, ya que es que el/la periodista contrae al asumir la administración de la información como un bien social, no privado ni propio, sino colectivo y social; pese a ser gestionada desde empresas privadas, la información permanece siendo sustancialmente un bien social pues de la sociedad la información surge y los periodistas la administran, organizan y devuelven organizadamente a la sociedad. Tal circuito que el Periodismo estimula fortifica la democracia, desde dos de sus puntales más señeros: la libertad expresiva y el derecho ciudadano a la información.

La clave anglosajoina

El proceso que culmina en el descrédito de la palabra en general y el español en particular, asimismo, se genera en un contexto ya devaluado y proclive a aceptar el intento de primacía hegemónica cultural, lingüistica y política en clave anglófona. Se trata de un ámbito geocultural en el cual se desarrolla una profunda devaluación de la esfera de lo social, de lo moral en sentido amplio, por mor del ultra-individualismo imperante, que, como observamos por ejemplo en el cine y en la literatura, ha alcanzado extremos inquietantes de inhumanidad y de violencia. No queda ya apenas un mero filme o novela procedente del mundo anglosajón donde no impere la criminalidad, la violencia, donde no surjan las armas, las formas más retorcidas de criminalidad, el tomarse la justicia por la propia mano, la policialización completa de la vida… entre otros efectos. Todo el cine orientado a la infancia y la adolescencia parece encaminado hacia tal abismo moral asentado en el uso de la fuerza, en una inhumana dimensión bélica.

Y ello no es casual. La degradación descrita ha llegado inducida precisamente por quienes están diseñando la sociedad actual: quienes, asimismo, más han contribuido a irradiar las ideas dominantes desde una concepción taimada de la vida donde la cumbre de la realidad y del éxito lo ocupa una concepción taimada, egoísta, amoral y asocial de la Economía, concebida como mera especulación. De tal forma han contribuido avirtualizar la Economía, la realidad económica, histórica y política desde el mundo del dinero hoy imperante y dominante; desde la llamadaCity, cuyo principal logro, según aseguran sus principales exponentes, ha sido la equiparación del dinero y la riqueza, como si de magnitudes iguales se tratara. La dinerización de la existencia humana, la llamada financiarización, es uno de esos supuestos logros, inyectado de lleno en nuestros estilos de vida por aparatos tan potentes como Hollywood o las escuelas de negocios. Estos procesos tienen consecuencias evidentes -a mi juicio, muy adversas-, sobre nuestras vidas. Ello tiene mucho que ver con la perversión de la llamada civilización comercial que, desde el mundo anglófono, a través del dominio de los mares y el establecimiento de puertos por todos los litorales mundiales de importancia, ha impregnado buena parte de la Edad Contemporánea. Las prácticas comerciales, necesarias para la vida de los pueblos, han sufrido una postración perversa para transformarse en prácticas meramente especulativas, de intercambios desiguales y lesivos para las economías más débiles. Ello ha incidido sobre las culturas autóctonas locales y, señaladamente, sobre sus lenguas.

En el ámbito de la lengua, concretamente el del español, la lucha y la defensa de su integridad se convierten hoy en un fin estratégico, no solo con miras a la perpetuación idiomática de la riqueza léxica, conceptual, poética, descriptiva y expresiva del español, hablado por 470 millones de personas, sino con miras a la perpetuación de una diversidad idiomática universal que aporta historicidad y cercanía, espacio y tiempo, anclajes reales, no virtuales, a la realidad humana. El estilo de vida español tiene entidad propia, derivada de las particularidades históricas, culturales, y naturales de nuestro país.

La tecnologización así impuesta acríticamente sobre nuestras vidas HABLA EN INGLÉSs, idioma dotado con una evidente versatilidad técnica y de una cierta riqueza léxica pero, desafortunadamente, y a diferencia de las lenguas europeas continentales, esta lengua inglesa se encuentra muy poco desarrollada para el enunciado y la formulación de abstraccionesde generalizaciones, sin las cuales la Ciencia, comoforma suprema del conocimiento, no podría desarrollarse. Estaincapacidad del inglés actual para las abstracciones, las generalizaciones, viveros del pensamiento científico deductivo, es un meroreflejo ideológico de otro proceso del cual se contagia hondamente y lo mimetiza. Su troquel es estrictamente inductivo. La Ciencia necesita de las dos herramientas, deductiva e inductiva, para avanzar.

Se trata del proceso que -por la arrogancia de algunos renombrados pensadores individualistas, desde algunos ilustrados escoceses del siglo XVIII a los más acérrimos empiristas del siglo XIX– erigió el dogma que convierte a la Economía en el culmen del intelecto, una ciencia supuestamente empírica – cuando en realidad se trata de una Ciencia social-: fueron ellos quienes, por el rigor de sus hipotecas ideológicas, con planteamientos individualistas, nominalistas y supuestamente y moralizantes, sucumbieron a las tensiones para aceptar la transformación del dinero en el fin en sí mismo de la existencia humana, como canon último de equivalencia, tangibilidad y certeza, su divinización y mutación en el canon último inapelable para medir y evaluar la conducta y la vida, todo ello en aquella clave dominante, señaladamente británica.

Surgió así en la arena de la Ciencia el positivismo, que, enemigo de toda historicidad, congeló durante casi dos siglos la viveza, la imaginación y el retador desafío del pensar científico social, reduciéndolo todo la eficiencia acrítica de lo numeral, del guarismo, del envoltorio capilar con el que se cree medir, yugulándola, la trepidante feracidad de la realidad.

Este profundo trastocamiento de la Ciencia social económica en mera tecnología financiera –la Ciencia desplaza por la tecnología– que hoy nos flagela, procedía en sus orígenes de la apresurada mimetización delcrédito del discurso newtoniano –forma suprema del nacionalismo filosófico- y su parangón con todas las Ciencias, incluso las sociales, a las que pretendía identificar con las ciencias empíricas, sin que nunca sean -ni hayan sido- tales. Además, la loada empiria de Isaac Newton se hallaba trufada por el pensamiento mágico en mucha mayor medida de lo que se cree. El ser humano, es sujeto y objeto de las ciencias sociales, no así las Ciencias empíricas, donde el sujeto es el ser humano pero el objeto no lo es nunca: el ejemplo de las Matemáticas, una ciencia sin objeto, sería bien elocuente.

Las consecuencias culturales, señaladamente idiomáticas, de estos procesos hoy vigentes –y rampantes- son aterradoras, habida cuenta de laabdicación generalizada y consecutiva devaluación de la palabra, del valor de la palabra, escrita o hablada, como herramienta de producción de abstracciones, y de la lengua vernácula como instrumento sustancialmente humano fruto del genio de cada pueblo; del potencial expresivo y significante que posee; de su profunda humanidad en clave espacio-temporal, que hoy observamos menguarse en el monosílabo de nuestros adolescentes -¿quién elabora un razonamiento consistente con 140 caracteres?-; en la incapacidad para generar un mero silogismo, para articular un pensamiento o recrear o reutilizar conceptos lingüísticos propios o bien su caída en el anglicismo paleto y sin traducción posible, fuera del contexto emisor que allí le otorga significado y validez.

Esta forma de arrebatar la capacidad humana de conceptualizar a través del lenguaje propio es el paso previo para la implantación denuevas formas de esclavización, de expropiación de la autoctonía cultural, de nuevos imperialismos, de una precariedad laboral, emocional y vital que encuentra en el ronco bramido de los estadios su expresión suma.

En el Periodismo español e hispano se impusieron tras el franquismo unoscánones expresivos muy técnicos, dictados por una informatización severa y desbocada que, tras aplicar algunas correcciones necesariasdados los excesos retóricos de un Periodismo local a veces excesivamente literario, mediante fórmulas eficaces acuñadas por el Periodismo anglosajón, han devenido sin embargo en desvirtuaciones e injerencias idiomáticas sin sentido. Entradilla, fue sustituida por lead; storyreemplazó a narración, lay out eclipsó al diseño; feed back desplazó a reversibilidad, mientras bakstage suplió a tablas escénicas; leader ahuyentó al dirigente, off the record se convirtió en sinónimo de reserva y sharesuplantó a audiencia. Entre muchísimas otras suplantaciones. Todo ello se consuma a costa de un retroceso del español, acelerado por la escasa atención política que la Cultura recibe en la política española. ¿Cuántos años ha tardado en crearse el Instituto Cervantes? ¿Por qué son aún tan magros sus resultados?

A los medios de información llegan los efectos devastadores de un Bachillerato sometido a vaivenes políticos irresponsables, efectos que luego amerizan en las Redacciones, donde la pobreza expresiva y conceptual, incluso desprovista de intencionalidad manipuladora, resulta en demasiadas ocasiones inaceptable.

Sería absurdo negar los préstamos que unas lenguas y otras se procuran, sobre todo las que proceden de troncos comunes como el Latín que, pese a lo habitualmente pensado, troquela el 90% de la lengua inglesa cuyo 20% restante, respectivamente, entroncan con el arcaico y bárbaro juto danés, cargado de onomatopeyas. Estas influencias derivan en lo que podríamos definir como los sonidos más singularmente ingleses, recogidos en los guturales gritos rituales de la Guardia Real de Buckingham Palace de Londres.

Hay asimismo una circulación y adaptación nominal entre distintas lenguas. Piensen en el nombre propio ruso Oleg. O bien en Olga. Procede del sueco Olof-Olaf y éste a su vez del alemán Wolff, lobo. En España sería Olegario. La legendaria Samarcanda no es una denominación asiático-oriental: es un nombre vikingo, Smarkand, la marca nórdica escandinava fijada en el Asia central por los herederos de Erik Hacha de Sangre. Fíjense por ejemplo: en farsi, efebo se dice Marijoná; balcony significa balcón y kermés, tan parecido a nuestras verbenas, es el color rojo carmesí, al igual que el término berenj, rojo berenjena.

Tales préstamos ponen muchas veces en entredicho el supuestocasticismo lingüístico. Veamos un ejemplo: el apellido español Guzmán.Inconscientemente, lo asociamos con lo más estrictamente genuino de Andalucía, con Tarifa y la gesta de Guzmán el Bueno. Pues bien, Guzmán es una contracción de Gutt y de Man, en alto alemán, hombre bueno. El apellido Suárez sería otra adaptación alemana de Schwarz, negro, por extensión, monje. Veamos otro ejemplo: “le daba mucho al trinqui”, frase supuestamente castiza para señalar la afición a la bebida de un individuo. En realidad, trinqui, al igual que tronco, compañero de francachelas,  derivan del verbo to drink, beber en inglés; drunk, borracho. Otro término más actual: “Movida”, procede de moovie, cine en inglés. La palabra Rastro,como colmado, por homofonía, puede proceder del inglés drusgstore. O al revés. En América, la palabra guachimani, vigilante, es una mera traducción del vocablo inglés watchman. En todo caso, se trataría de castellanizaciones. En sentido contrario, palabras de la lengua española, como liberal, donjuan o siesta, así como muchas otras, se emplean como tales en el mundo anglosajón.

Pero la impostación a pelo de la jerga inglesa en los contenidos informativos o valorativos periodísticos, sin signarlas siquiera con cursiva y declinando de su traducción, u omitiéndola, compone unespectáculo tan humillante como absurdo: lo uno, por renunciar a movilizar el rico léxico propio; y lo absurdo, por suponer que todo el mundo debe conocer la palabreja, generalmente una mixtura terminológica derivada de los verbos compuestos e irregulares del inglés, que acostumbran desplegar incontroladamente el empleo de partículas adverbiales para alterar el primigenio significado verbal, sin ninguna lógica comprensible. Caprichos semejantes experimenta la pronunciación, de tal modo que a George Bernard Shaw se atribuye la frase de que “cada inglés pronuncia cada palabra como le da la gana”. No digamos nada ya de la supresión de los artículos, adoptada irresponsablemente y sin freno alguno en las redacciones españolas.

El dilema que se presenta aquí es el de hasta qué punto una lengua puede o debe admitir la irrupción de otra lengua, de otra gramática, de otro léxico distinto en escenarios clave de su ámbito de influencia, no tanto por un problema identitario cuanto por las alteraciones de significado que puede acarrear el cambio incontrolado de significantes en un contexto distinto y la aplicación o la traducción mecánica más que de un término, de un concepto. Lospréstamos y adaptaciones entre diferentes lenguas deberían regirse por su probidad, primero, o por su expresividad y su versatilidad, después, entre otras credenciales.

Las lenguas experimentan etapas de esplendor, de expansión y, también, de reflujo. Las conquistas militares expanden las lenguas de los imperios, eso lo sabemos bien los/las español@s, que dejamos nuestras profunda huella lingüística en América. Pero, al tiempo que las lenguas evolucionan, también pueden involucionar como a mi juicio,una excesiva tecnificación instrumental señala hoy en la lengua inglesa.

No cabe dudar de la impronta nacional de cada idioma –recordemos el genio precursor de Wilhelm von Humboldt– pero propongo que sea entendida tal impronta en un sentido contextual, no identitario en clave romántica, como preconizaba el pensador alemán; no cabe dudar tampoco del reflejo de las vicisitudes cultural-nacionales sobre la tonalidad del panorama lingüístico de cada época: toda una cultura naval y comercial como la británica, matriz verdadera del inglés, dejó una impronta sustantiva, ora competitiva, ora ambigua, sea técnica, quizás discriminante y, desde luego, individualista,  en la lengua inglesa y, por ello,no puede identificarse a pies juntillas con la cultura que alumbró al español, que preconizaba un universalismo ecuménico de troquel coral, sociable.

Las zozobras que sesgan hoy el imaginario colectivo en el Reino Unido, como recientes hechos políticos revelan, muestran el afloramiento de la crisis de civilización que padecen las Islas,presumiblemente debido al hartazgo social de un modelo económico financiero descarnadamente inhumanizado, que ha afianzado en el país un enloquecedor austericidio, emitido además en clave alemana pero aplicado en clave conservadora anglófona, con todo un bagaje de clasismo discriminante.

Por ello, los préstamos inter-lingüísticos en fases involutivas, como a mi juicio es hoy el caso del inglés respecto del español, debería refrenarse por mor de la salud de ambas lenguas. Ello permitiríareconceptualizar la lengua inglesa, en exceso tecnificada cada vez más incapacitada para la creación de abstracciones, dada sudesmesurada y tecnificada practicidad inmediata, que ha sepultado la socialidad ínsita en el acontecer humano en el foso sin salida del individualismo bursátil y mercantil.

Cierto es que desde los parámetros de la idiosincrasia hispana se identifican, quizá impropia y mecánicamente, el individualismo y el egoísmo: es siempre posible estimular la iniciativa individual como acicate del quehacer social, al modo en que se trabaja, por ejemplo, en el mundo académico-universitario estadounidense. Pero no es menos cierto el carácter coral de la civilizaciones del Sur de Europa, troqueladas por una socialidad con arraigo en el cristianismo católico, basada en la conjunción del libre albedrío, la racionalidad del tomismo armonizable con la fe, ecuación heredada de Raimundo Lulio, y la salvación por las obras, frente al nominalismo de Guillermo de Ockham, puerta del irracionalismo, la salvación por la fe y el libre examen formulados después en el mensaje luterano.

Una eficaz colaboración académica internacional podría administrar cabalmente estos préstamos idiomáticos, de tal manera que losimperialismos culturalesla impostura de formas de vida y de cultura ajenas, la descarnadura de la viveza creativa de los lenguajes autóctonos, no tuvieran cabida en la vida social de ningún país,entendido como comunidad nacional organizada en Estado, unificada por una lengua común y asentada sobre un territorio determinado.Empero, habida cuenta de quiénes son hoy algunas de las referencia académicas en España –escritores, novelistas y periodistas que desconocen elementales normas de puntuación, incluso de Gramática- hay dudas sobre la eficacia de aquella administración si permanece únicamente en sus manos. Caso curioso el de los literatos en España, que han absorbido las funciones de los intelectuales  casi al completo,arrogándose para sí la ortodoxia de la interpretación de fenómenos políticos tan complejos y específicos como la economía, la democracia, el nacionalismo o el llamado populismo.

En consecuencia, comoquiera que la llamada Globalización beneficia privilegiadamente al vector virtual más prominente, el dinero,descarnado reductor de la riqueza vital y que se solapa a su vez con la desbocada tecnologización deshumanizada de la vida social e individualreforzar la apuesta por la pluralidad idiomática,defendiendo la entidad  de la lengua española, tanto en las Redacciones de los medios de información, cargados de responsabilidad social al respecto por constituir la primera línea de su práctica y su defensa, como en el habla cotidiana, se convierte en una tarea urgente, totalmente necesaria.

Y ello porque asegura la congruencia de una forma de aproximación al Universo con la Cultura que en tal idioma emerge, mientras cohonesta las dimensiones temporal y espacial de nuestras existencias, cuya justa trabazón genera el equilibrio y la serenidad del vivir pleno.

Periodistas y profesores, funcionarios públicos y particulares, somos depositarios y administradores de un tesoro extraordinario como el idioma español. Pero, la rampante colonización idiomática asumida sumisamente, difundida y loada desde los periódicos, las radios, televisiones, los libros y las llamadas redes en España, es un síntoma más, pero muy inquietante, de la deficiente autoestima que como españoles nos profesamos. Esta angustiosa, por culposa, subestimación tiene su origen en una torsión ideológica que desde tiempo inmemorial los españoles y españolas padecemos.

La hidalguía, no entendida como pauta de conducta noble guiada hacia actos nobles, sino como alienación o creencia en la pertenencia a un estamento social superior al que realmente pertenecemos, se infiltra artera y transversalmente en todos los segmentos sociales españoles desde que Miguel de Cervantes nos alertara de ella desde esta tierra, con su deliciosa pero contundente ironía. De esta manera, aquí, como en el siglo XVII, el menestral acostumbra creerse burgués, el burgués, se siente aristócrata, el aristócrata, rey y el rey, cree estar por encima de las leyes.Nadie estuvo ni está socialmente en su sitio. Y tal desajuste no puede propiciar un pensar cabal y un actuar sensato. Una cosa es el anhelo de prosperidad y medro social, anhelo legítimo de todo ser humano, estimulado por la necesaria movilidad social contraria a los estamentos, yotra bien distinta el creer estar ya donde aún no se está, anulándose así el esfuerzo necesario por lograr tal meta. Este ha sido, en mi opinión, uno de los principales flagelos de nuestro pueblo. La alienación, la enajenación, la conciencia ajena o enajenada, ha llevado a aceptar el aserto según el cual, las ideas dominantes han de ser las ideas de quienes dominan y quienes dominan y han dominado son, generalmente, los más interesados en mantener formas de vasallaje social de manera ininterrumpida.

Habitualmente han sido y son, a mi juicio, las élites de poder quienes han abierto las compuertas o bien de la extranjerización de nuestro idioma, por su mimetismo sumiso hacia todo lo llegado de fuera, algunos hispanistas incluidos, o bien como adalides de un casticismo chato, apropiador de las supuestas esencias, perpetuo enroque ante la propia falta de imaginación creativa para reinventar a diario el lenguaje propio o para recibir préstamos lingüísticos válidos. Ambas propuestas devaluaban intencionadamente la fortaleza cultural y el genio creador de nuestro pueblo.

¿Cómo salir de esta doble trampa, paletismo extranjerizante y casticismo provinciano, tan dañinos para nuestra cultura común así degradada? Los españoles tenemos la costumbre de discutir sobre todo tipo de asunto, pero jamás eludimos el echar nuestro cuarto a espadas sobre cómo solucionar los problemas tratados. Y ello independientemente de que sepamos que en nuestra mano no están los medios para solventar tales desafíos. Empero, echaré pues mi cuarto a espadas, perfilando los pasos a seguir para “atajar algunos males de la patria”, como señalara el regeneracionista Lucas Mallada, a sabiendas de la arrogancia que mi pretensión implica:

Primer paso, admitir la otreidad, la existencia de lo diverso, lo diferente, lo otro, según recomendaba Sócrates en uno de los diálogos platónicos, creo que era en el Teétetes, como garantía de la superación de conflictos. Segundo y proyección equilibrante del primero, admitir que la esencia de la felicidad consiste en admitir que el mundo penetre en nosotros y salir al mundo nosotros, permitiendo una relación ecuánime, no de sumisión, como subrayaba el filósofo Hegel. Tercero, no confundir nunca, ni en la palabra ni en los actos, como dicen los arquitectos restauradores de patrimonio histórico, la mugre con la pátinala mugre de un tecnicismo importado y fuera de contexto, con la pátina de una palabra en español o en inglés, conceptualmente acrisolada por su valor de uso y bruñida por su valor de cambio, su expresividad. Cuarto, convencernos de que a la codiciada Universalidad a la que desde esta Universidad Libre aspiramos se accede desde la lealtad a la peculiaridad propia, para ofrecerla generosamente como dádiva propia en el torrente inmarchitable de la Cultura. Y quinto, intramuros de esta España tan perennemente atribulada por el rencor inquisitorial, tan necesitada de congraciarse interiormente, creo posible y necesario aceptar que lo mejor de cada una de las llamadas dos Españas ha sido la de ser, además y pese a todo, dos segmentos de una misma línea, dos formas, de amar a nuestro país. Hablar y escribir en este idioma nuestro es una bella manera de seguir amándolo. Les propongo que demos juntos este paso cuanto antes porque, como señalara Aristóteles en el libro II de su Retórica, a veces, dar el primer paso es la mitad del todo. Les aseguro que algunos periodistas ya hemos intentado darlo en las redacciones donde el español sufre tan adversos avatares. Muchas gracias.

 

Detalles

Fecha:
9 julio, 2016
Hora:
20:00 - 22:00
Categoría del Evento:

Local

Casa de Cultura La Alhóndiga
Calle General Pérez Ballesteros, 1
Villanueva de los Infantes, Ciudad Real 13320 España
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