IV Centenario de la Beatificación de Santo Tomás de Villanueva

Dos de los más grandes hombres, de los muchos que vivieron y habitaron estas tierras del Campo de Montiel, se dieron cita en Villanueva de los Infantes en nuestra edad de oro en aquellos gloriosos siglos del renacimiento y del barroco español; nos referimos a dos de los hombres que hemos dado en llamar «las luces de Infantes»: Santo Tomás de Villanueva y Don Francisco de Quevedo y Villegas.

Tomás García Martínez, nació en la villa de Fuenllana a finales de 1486, en casa de sus abuelos, donde fue a dar a luz su madre Doña Lucia huyendo de una epidemia de peste que se había declarado en Villanueva de los Infantes donde el matrimonio tenía la casa familiar; la infancia y juventud del Santo transcurrió en Villanueva, de donde tomó el sobrenombre; murió, ante el Cristo de su oratorio después de ceder los bienes que aún le quedaban, a los 68 años de edad, el día 8 de septiembre de 1555 en Valencia, fue beatificado por Pablo V el 7 de octubre de 1618, y canonizado por el papa Alejandro VII ell de noviembre de 1658.

Don Francisco de Quevedo y Villegas, hijo de Don Pedro Gómez de Quevedo y de Doña María de Santibáñez, nació en Madrid el sábado 17 de septiembre de 1580, día de las Llagas de San Francisco. Caballero de la orden de Santiago murió el día 8 de septiembre de 1645 a los 65 años de edad.

Menos de cien años separan el nacimiento de estos hombres singulares que llevaron vidas tan diferentes; Tomás se entrega al estudio, a la vida en el cenobio, al amor a Dios y a sus semejantes; la misericordia es el eje de su vida. Quevedo se entrega al estudio, a la vida cortesana, la política, el amor a España, la intriga y sin ninguna duda hasta al espionaje; fue el mejor lírico y prosista del barroco, el escritor de la dualidad que defiende con pasión los valores del espíritu y hace la crítica más dura y despiadada del ser humano.

Sin embargo, a pesar de las diferencias, hubo curiosamente muchos puntos en común que queremos destacar aquí.

Les une por encima de todo una barroca ciudad, una ciudad llena de conventos y de religiosidad: Villanueva de los Infantes; la ciudad donde se cría y aprende sus primeras letras, en el convento de San Francisco, el entonces niño Tomas García; y donde el avejentado y maltrecho escritor don Francisco de Quevedo, tras su salida de la prisión de San Marcos, se refugia para pasar sus últimos años, en el convento de Santo Domingo donde finalmente entrega su vida a Dios.

Mueren los dos, el mismo día, en una fecha muy señalada, la Natividad de nuestra Señora, el 8 de septiembre día en el que se celebra la Patrona de Villanueva de los Infantes Nuestra Señora la Virgen de la Antigua.

Estos dos grandes, destacaron por su gran devoción a la Virgen María y su Inmaculada Concepción, tal era la fe de Quevedo en la Inmaculada Concepción que decía: «Mil vidas si las tuviera, las sacrificaría en su defensa»; y conocida fue la inclinación de nuestro escritor a las obras religiosas, las limosnas que hacía, los libros espirituales que escribió y la frecuencia con que recibía los sacramentos de la confesión y la comunión. Y qué decir de nuestro Patrón que escribía lleno de amor a María: «Como perla dentro de una concha, así es el Verbo en el seno de la Virgen».

Ambos recibieron sus primeras letras en colegios de frailes, Tomás con los frailes franciscanos y Francisco con los frailes jesuitas. Los dos estudiaron en la Universidad de Alcalá de Henares; realizaron estudios de teología, según parece ser, Quevedo se ordenó de menores.

El trabajo, la entrega, el estudio eran el día a día de ellos a la vez que enemigos acérrimos fueron del ocio; el escritor lo definía como: «Polilla de las virtudes y feria de todos los vicios».

Ambos personajes fueron retratados por pintores de gran prestigio; Santo Tomás por Juan de Juanes y Francisco de Quevedo por Diego de Velázquez, los dos cuadros originales se han perdido, de ellos quedan copias que aquí reproducimos.

Tuvieron asimismo relación directa con el poder, en su máxima expresión; » el Monseñor que conmovía hasta las piedras» llego a ser confesor y predicador real y el escritor fue secretario real honorífico.

Desdeñaron cargos, aunque es indiscutible la gran humildad que adornaba a Fray Tomás, pues nuestro Patrón se negó a ser obispo de Granada y solo por obediencia aceptó la mitra de Valencia, nuestro escritor Quevedo rechazó el nombramiento de embajador de Génova.

El papa Paulo V, estuvo presente en actos relacionados con ellos; fue este papa quien mando despachar el Breve de la Beatificación de fray Tomás de Villanueva; a Francisco de Quevedo se le encomendó la misión de convencer al Papa Pablo V a unirse a España contra la Republica de Venecia.

Destacaron estos grandes hombres en su lucha denodada contra la corrupción que asolaba España ya en esos tiempos, sin duda Quevedo aprendió de su admirado beato, y al igual que él, defiende que tanto el gobernante como el prelado han de ser ejemplo de buen gobierno, de austeridad, de rectitud, de diligencia y de efectividad en sus acciones.

Cuando el Santo llega a Valencia hubo de poner orden entre el clero valenciano. Ambos estuvieron recluidos, uno en el cenobio y otro en la prisión, si bien Santo Tomás de manera voluntaria mientras que Quevedo fue condenado a prisión víctima de envidias tramas y venganzas.

Cuando Quevedo vivió en Infantes, conoció de cerca el ambiente tomasino previo a su beatificación, con seguridad, trató con los testigos que declararon en el proceso de beatificación, el proceso comenzó en 1602, y es en 1609 cuando Quevedo inicia sus contactos en Villanueva, y cuando empiezan sus pleitos contra la Torre de Juan Abad, vive en primera persona las fiestas de beatificación y el gran impacto que causaron las mismas; (según se refleja en el libro que escribió su buen amigo Bartolomé Jiménez Patón cuyo manuscrito fue sacado a la luz por los profesores Abraham Madroñal y Francisco Javier Campos Fernández de Sevilla y editado el año 2016 por la Universidad Libre de Infantes); además de Fray Tomás, su madre doña Lucia que por su caridad y misericordia era considerada santa en Villanueva, y su sobrino nieto fue el famoso Venerable fray Tomas de la Virgen consejero de los reyes Felipe III y Felipe IV; sin duda el insigne poeta se impregnó, indago y conoció la vida de Fray Tomás de Villanueva y nació en él una gran devoción hacia el Santo hasta el extremo que escribió la vida del bienaventurado fray Tomás de Villanueva, obra grande, en la que trabaja por espacio de diez años, era un ejemplo a imitar y lo considera el mejor ejemplo de sabiduría, de perfección ética, de elocuencia; de obediencia, (virtud cristológica por excelencia), de humildad y de misericordia. Quevedo dice que Santo Tomás es un gran español y un gran santo.

El primer libro en prosa impreso de Quevedo fue, curiosamente, «El Epítome a la historia de la vida ejemplar y gloriosa muerte del bienaventurado fray Tomás de Villanueva (editado en 1620). Fue el agustino Fray Juan de Herrera quien encargo el epítome, sabía que ya don Francisco estaba escribiendo la vida del bienaventurado, la historia grande del Santo, y quiso tener esta historia corta para la fiesta de la beatificación con el fin de que las gentes tuviesen noticia del beato.

Y tal era la admiración que el escritor profesaba a este bendito Santo que Tomás de Villanueva fue el seudónimo que Quevedo elige durante su estancia en la prisión de San Marcos para firmar la dedicatoria de «Providencia de Dios».

Rafael María Ruiz Rodríguez- Secretario General U.L.I

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